La Pura Polaka | Jaime Esquer D
“Me voy pero me quedo”
Mexicali, B. C. 23 de septiembre de 2024.- A ocho días de concluir su periodo constitucional (a la medianoche del lunes 30 de septiembre) el presidente López Obrador termina su gestión dejando un tiradero en el gobierno y en el país.
Con una mega deuda que siempre negó categóricamente, prácticamente amarra y condena a la siguiente administración, pues no tendrá margen de maniobra, además de que no le deja fondos ni ahorros presupuestales y en materia económica se encamina hacia una ruta de franco colapso, a causa del grave y pesado déficit presupuestal, con una economía estancada que no crece ni creció en seis años (apenas poco más de medio punto porcentual cuando había prometido crecer al seis por ciento) aunado al clima de terror y descomposición social que envuelve al país a causa de la violencia y la inseguridad que prevalece en casi todo el territorio nacional, con fuertes repercusiones negativas en el ámbito internacional.
Violencia e inseguridad que su gobierno siempre negó, nunca reconoció ni combatió y que hasta alentó dejando en la más absoluta indefensión a los ciudadanos, en virtud de que su no estrategia de “abrazos no balazos” fue en los hechos el reconocimiento explícito de la claudicación de las autoridades hacia los grupos delincuenciales, con la por demás evidente abdicación del estado mexicano a una de sus principales responsabilidades constitucionales, como lo es sin duda la de velar por la seguridad nacional, permitiendo con ello que la delincuencia de todo tipo y en todo el país actuara de manera libre, abierta y a sus anchas, sin que ninguna autoridad ni nadie pudiera evitarlo.
Al contrario.
Tal pareciera que las corporaciones de seguridad hasta tenían la instrucción de no intervenir y cooperar con ellos.
A López Obrador le quedan menos de 192 horas como presidente de México y hasta ahora no se ha evidenciado que se vaya a ir de Palacio Nacional, pues nadie ha visto salir camiones de mudanzas con las pertenencias de él y su familia, para desocupar y dar espacio a los nuevos moradores, especialmente a quien a partir del martes primero de octubre será su relevo y la nueva figura que portará y encarnará la investidura presidencial.
El principal legado de AMLO a su sucesora es una verdadera bomba de tiempo con la mecha encendida, que es lo que representa por un lado la situación actual de la economía nacional que no crece y que todavía se pondrá peor, pues el escenario se ve apocalíptico en esta materia, ya que no ha sido un secreto la salida y el retiro de inversiones y de capitales del país, derivado de la incertidumbre jurídica que ha generado la infausta “reforma” al Poder Judicial, capricho de López Obrador que ha enviado un mensaje negativo a los grandes inversionistas extranjeros, tanto a los que ya tienen inversiones en el país como a los que hasta hace poco tiempo se mostraban interesados en instalar sus negocios en México, aprovechando las ventajas comparativas y su estratégica posición geográfica con respecto al amplio mercado norteamericano, pero surgió de pronto lo de la reforma al Poder Judicial y echó todo a perder, pues de acuerdo a los constitucionalistas y expertos en el tema, el documento que la contiene es un verdadero bodrio legislativo sin sustento ni justificación y sin patas ni cabeza, hecho a la brava, sin el menor rigor metodológico ni soporte legal y sin el mínimo estudio ni análisis de ningún tipo.
Y sucedió y sigue sucediendo lo que se esperaba y que tanto se advirtió por los especialistas, en el sentido de que esa absurda medida y la forma ruin y fatal en que fue operada e implementada, espantaría a los inversionistas y a los grandes negocios establecidos en el país, que son los principales generadores de empleos, representando hasta antes de la citada reforma alrededor del 60 por ciento del empleo del total nacional.
De ese tamaño.
Fue evidente y verdaderamente vergonzoso ver que los diputados del oficialismo que la aprobaron -al igual que los senadores después- no leyeron ni siquiera el índice del documento de esa iniciativa de reforma constitucional y simplemente procedieron obedientemente y a ciegas a acatar la orden de aprobarla sin chistar y sin corregirle ni una pequeña coma.
Al presidente López Obrador le urgía esa reforma antes de terminar su mandato para asegurar su propia protección con un Poder Judicial a modo, sumiso y alineado al poder morenista, con el fin de evitar cualquier posibilidad de investigaciones y juicios sobre los presuntos desvíos, negocios turbios, escándalos de corrupción, abusos y tráfico de influencias en que se vieron envueltos sus familiares, colaboradores y allegados al círculo íntimo y que fueron del dominio público, aunque nunca reconocidos y menos investigados.
Pero si la economía endeble que hereda AMLO a su sucesora representa la mecha encendida de esta bomba a punto de estallar, la situación de violencia e inseguridad presente en el país es la bomba misma.
Y la muestra más palpable de ello actualmente es Sinaloa, particularmente Culiacán, la capital de esa entidad, donde se está viviendo una circunstancia de guerra con la ciudad en estado de sitio, ya que literalmente está tomada por los delincuentes en pugna; sin servicios, sin transporte, sin autoridades ni vigilancia, con los comercios y centros laborales completamente cerrados y con los ciudadanos acuartelados en sus casas sin poder salir, ante el temor de ser alcanzados por el fuego cruzado de las balas.
Esta inusitada y nunca antes vista situación en Culiacán es noticia mundial de primera plana; sin embargo, el presidente sigue diciendo que eso no es cierto y que son solo inventos y exageraciones de los medios de comunicación “que son nuestros adversarios” dice, al igual que lo hace también el remedo del todavía -hasta hoy- gobernador de esa entidad, el morenista Rubén Rocha Moya, de quien aseguran su dimisión al cargo ya está cantada y solo es cuestión de horas.
Esta realidad de casos de violencia e inseguridad se detonó e incrementó a partir de que López Obrador asumió su cargo en el 2018, haciéndose presente en estados que anteriormente estaban relativamente tranquilos o al menos no en las condiciones extremas y de suma peligrosidad para los ciudadanos derivado de los hechos delictivos de todo tipo, a toda hora y en cualquier lugar, como son los casos de Colima, Quintana Roo, Veracruz y Morelos y ni que decir de entidades que ya traían esa inercia como Guerrero, el estado de México, la propia CDMX, Michoacán, Tamaulipas, Guanajuato, Baja California, Sinaloa y Sonora entre otros.
Es una realidad de inseguridad y violencia que el presidente López Obrador siempre se negó a admitir y reconocer, aduciendo sus famosos “otros datos” y culpando de ello a los medios de comunicación por “exagerar las notas”, al igual como ha culpado a la oposición y a los adversarios políticos y recientemente llegó al extremo de hasta endilgarle también la culpabilidad del clima de violencia al propio gobierno de Estados Unidos, a raíz de la captura del “señor Zambada”, como él mismo lo refiere con un acento de marcado respeto.
Increíble…
Todos son responsables y causantes de la tragedia que se vive, menos él como presidente de la nación, jefe del estado mexicano y por ende comandante supremo de las fuerzas armadas nacionales.
Es decir; es la cabeza de mando de toda una estructura militar, de la defensa, la marina y la seguridad nacional, de las corporaciones policiacas y de agentes de investigación, de prevención y de persecución del delito de los tres órdenes de gobierno.
Entonces con todo eso a su servicio y con toda esa enorme maquinaria de poder a su disposición surgen varias interrogantes:
¿Por qué no usó esa fuerza y el poder de todas esas corporaciones para combatir frontalmente a la delincuencia y proteger con ello a los ciudadanos?
¿Por qué los soldados cada que eran enviados a algún punto del país donde se había dado un hecho delictivo fuerte y de trascendencia nacional, solo se les veía dando vueltas y vueltas en sus vehículos, sin siquiera bajarse?
¿Por qué no hubo grandes operativos ni decomisos de cargamentos de droga, de alcohol y enervantes, como tampoco de armas, dinero y municiones ni de autos, casas, equipos tácticos y demás de este tipo?
O si los hubo no se notaron o nadie los vio.
El presidente López Obrador concluye su mandato en menos de 192 horas, en un ambiente de rechazo (pese a las encuestas de popularidad al gusto del que las paga) que nunca se imaginó, pues su sueño era y sigue siendo pasar a la historia al lado de las grandes figuras nacionales, como el propio Benito Juárez, que es su alter ego y de quien a decir de sus propios cercanos, se siente su reencarnación.
La probadita que los ciudadanos hartos de las mentiras, de la simulación, el abandono y la indolencia le han estado dando en sus giras de despedida -como la más reciente en Boca del Río Veracruz este domingo 22- es tan solo una pequeña muestra de lo que viene.
Y eso sin mencionar los deslindes, las traiciones, los desmarques y las clásicas deslealtades tan comunes entre la pomposa clase política mexicana, siempre presentes sin importar las “convicciones” ni el color en turno y de moda.
Con todos es lo mismo.
2018-2024 concluye una etapa más y empieza otra con las mismas promesas y las mismas esperanzas de siempre.
López Obrador termina su mandato constitucional como presidente de la república el lunes 30 de septiembre.
Pero lo que no concluye es su poder, ni su obsesión enfermiza por controlar todo y ser él, solamente el centro de atención.
Por lo pronto deja a su hijo y principal operador político como el jefe real del partido oficial, aunque sea en una secretaría y no en el cargo principal, a fin de guardar las apariencias.
Y deja también en el gabinete del nuevo gobierno a cerca de 30 titulares, entre ellos a quienes serán los responsables de las principales carteras del aparato gubernamental.
¿Será este un gabinete de transición?
¿O estaremos presenciando la moderna versión del maximato de Plutarco Elías Calles? …esa misma que inmortalizó el populacho de los años treinta del siglo pasado con la frase:
“aquí vive el presidente, pero el que manda vive enfrente”…
¿En verdad AMLO se va a retirar?
Lo más seguro es que no, como tampoco se va a salir de Palacio Nacional…
De dónde, si ahí se vive como los reyes y a todo dar y gratis…
Se va a poner requetebuena la película política, diría doña Delfina Gómez…
A preparar palomitas porque todavía le quedan siete días y horas al sexenio y aún en este aparentemente breve lapso, se puede calentar aún más el ambiente político y podrían suceder cosas históricas…
Tal y como decía el inolvidable líder campesino del Valle de Mexicali Rodolfo Fierro Márquez:
“todavía le queda agua al bule…pero, con la poca que le queda te ahogas cab#$°=&#”…
Esta historia ~ 𝗖ontinuará…….
• El autor es escritor y analista político y su opinión es libre y personal.
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