entre líneas | Francisco Ruiz
Tijuana, B. C. 23 de noviembre de 2021.- La Cumbre de Líderes de América del Norte, celebrada la semana pasada en la capital estadounidense, me recuerda un poco a la película “La cumbre escarlata” (Crimson Peak, 2015), la cual fue dirigida por el mexicano Guillermo del Toro. Son curiosas las coincidencias, pues más allá de la del título, se trata de un filme producido entre Canadá, Estados Unidos y México; además, como la reunión de hace unos días, en algunos momentos la historia es de drama, en otros de suspenso y en otros más, da terror. Una trama entre el deseo del presente y las sombras del pasado. Bien dicen que, en ocasiones, la ficción supera a la realidad. ¡Verídico!
Pero, ¿qué es una cumbre? De acuerdo con el diccionario de la lengua española, se define como una reunión compuesta por los máximos dignatarios nacionales o internacionales para tratar asuntos de especial importancia. En este caso, los protagonistas fueron Justin Trudeau, primer ministro de Canadá; Joseph Biden, presidente de Estados Unidos, y Andrés Manuel López Obrador, presidente de México. Los temas abordados por los mandatarios fueron las acciones emprendidas para combatir la pandemia; una evaluación sobre el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), y migración.
Actualmente, de acuerdo con la Secretaría de Relaciones Exteriores, además del TMEC, nuestro país tiene 19 tratados internacionales celebrados con Canadá en temas culturales, ambientales, penales, postales, turísticos, de asistencia jurídica, energía nuclear, seguridad social, para evitar la doble imposición y prevenir la evasión fiscal, sobre transporte aéreo, extradición, arte y sobre asistencia mutua y cooperación aduanera. Conforme a la Subsecretaría de Comercio Exterior de la Secretaría de Economía (SE), la última balanza comercial anual registrada (2020), indica que el saldo fue positivo, es decir que las exportaciones superaron a las importaciones por $2,831,631 miles de dólares.
Mientras, en nuestra relación con Estados Unidos, México cuenta con 67 tratados internacionales relativos a yacimientos transfronterizos de hidrocarburos, transporte aéreo, límites territoriales, distribución de aguas, protección animal, canje de periódicos oficiales y documentos parlamentarios, cooperación cultural, técnica, científica, de extradición, recuperación y devolución de vehículos y aeronaves robados, medio ambiente, radiodifusión, combate al narcotráfico y farmacodependencia, turismo, educación, intercambio de información tributaria, transacciones financieras, salud, evasión fiscal y doble tributación, aviación, desastres naturales, entre otros. El saldo de la balanza comercial de mercancías durante 2020 también fue positivo, registrando $171,367,202 miles de dólares. Por otro lado, en una reciente publicación hecha por una casa encuestadora bajacaliforniana, se puede observar que, en 2019, el 61.5% de la población hispanoamericana residente en Estados Unidos, fueron mexicanos. Entretanto, la población mexicana en Canadá no llega ni a 90 mil personas.
En síntesis, los tres mandatarios acordaron intensificar la cooperación para la distribución y aplicación de vacunas para contrarrestar la pandemia de COVID-19. Con respecto a la agenda comercial, a pesar de las marcadas diferencias y las recientes patadas bajo la mesa, coincidieron en la importancia de fortalecer sus economías frente al gigante asiático: China. Obviamente, los buenos deseos y el eterno anhelo de concretar una reforma migratoria que represente un desarrollo integral estuvieron presentes. Pero, todo parece indicar que, como dijera Javier Solís, son “sombras nada más”.
Definitivamente, los tres amigous lucieron sus mejores sonrisas. Aunque, en el caso del presidente mexicano, poco pudo disimular su incomodidad y nerviosismo, ¡vaya que la comitiva diplomática mexicana pasó varias noches sin dormir! Así de grande es el tamaño de la agenda entre los países que integran América del Norte, y así de chiquito (como se vio), es nuestro presidente.
Post scriptum: “La ignorancia de un votante en una democracia perjudica la seguridad de todos”, John F. Kennedy.
- El autor es doctorando en Derecho Electoral y asociado individual del Instituto Nacional de Administración Pública.
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