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Los fantasmas de AMLO 

La Pura Polaka | Jaime Esquer D.

_.“Los carniceros de hoy serán las reses de mañana”._

Mexicali, B. C. 9 de diciembre de 2023.- Todos los fines de sexenio han sido fatales para los presidentes en México, pues las principales crisis económicas que se han vivido en la época moderna se han manifestado y detonado con fuerza precisamente al cierre de cada gobierno; es decir, en el quinto y sexto año de la administración.

La cadena de devaluaciones del peso frente al dólar inició el último año del presidente Luis Echeverría  (1970-1976) luego de haberse mantenido una  paridad fija de 12.50 por casi 22 años (de los antiguos pesos mexicanos).

A Echeverría le tronó el modelo económico en virtud de que el país no aguantó las políticas populistas ni el tremendo desgarriate, el derroche, descontrol y gastadero de dinero que a lo bruto llevó a cabo durante su gobierno, aunado a una falta casi absoluta de planeación y de visión de futuro de lo que se venía en el mundo y sus repercusiones para México, lo que provocó una tremenda crisis económica que tuvo a su vez un efecto dominó, con una imparable fuga de capitales  que prácticamente vació y secó las reservas nacionales en divisas, por lo que la devaluación en la paridad peso-dólar fue inevitable. 

Y de ahí en adelante las devaluaciones del peso fueron recurrentes en los sexenios siguientes, desde el presidente José López Portillo (1976-1982) que fue el sucesor de Echeverría, pasando por Miguel de la Madrid (1982-1988) sexenio en el que se vivió la peor inflación y depreciación del valor del peso en la historia moderna, al grado que el presidente siguiente,  Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) se vio obligado a recorrerle tres ceros al peso mexicano, por la dificultad que representaba el manejar cantidades millonarias para todo y al mismo tiempo, como una medida sicológica para dar la apariencia de que la inflación y el manejo de la economía estaban bajo control. 

Con esta medida de eliminar los tres ceros, mil pesos pasaron automáticamente a ser un peso y así sucesivamente se le dio una nueva denominación al valor adquisitivo de la moneda mexicana, diferenciando entre “viejos pesos y nuevos pesos”, en lo que la población se acostumbraba a esa novedosa medida. 

Sin embargo, las devaluaciones siguieron y fue al término del sexenio del presidente Salinas en1994 cuando se dio una de las más duras crisis económicas de las que se tenga memoria, ya que le reventó feo la economía ficción que este mandatario vivió durante todo su periodo, pretendiendo hacerle creer a los ciudadanos que la situación del país estaba muy bien y que México ya caminaba entre los grandes del mundo; firme y por buen rumbo, cuando en realidad era todo lo contrario.

En diciembre de 1994 cuando Salinas le entregó la presidencia a su sucesor Ernesto Zedillo (1994-2000), la economía del país estaba ya en estado crítico y sostenida apenas con alfileres, por lo que tan solo a las tres semanas en el cargo y en plena época navideña, al presidente Zedillo le estalló lo que después sería  conocido como “el error de diciembre”;  una tremenda devaluación de casi el 100 por ciento de la moneda mexicana, lo que aunado al aumento de las tasas de interés bancario y a lo que en ese tiempo se conoció también como el “efecto tequila de la economía”, sobrevino una severa crisis que afectó a todos los mexicanos y a muchos los dejó literalmente en la ruina, pues no tuvieron manera de hacerle frente a sus deudas y créditos contraídos previamente, perdiendo ahorros, autos, casas, terrenos y todo tipo de bienes y propiedades.

Aunque se pretendió culpar de ello al presidente Zedillo, resulta obvio que con solo 21 días en el cargo no pudo ser directamente el responsable, sino que más bien fue el resultado acumulado de múltiples errores y de políticas equivocadas del gobierno anterior; es decir de Salinas de Gortari, quien se negó terminantemente a tomar la decisión de devaluar la moneda,  para según él no ser recordado como el responsable, pasándole al presidente Zedillo la decisión de la “papa caliente” que era en ese tiempo la economía mexicana.

𝐋a crisis de AMLO es política: 

Actualmente, en el caso del presidente López Obrador se debe reconocer que durante su gobierno y a solo 9 meses y tres semanas de terminar  (entrega la presidencia el día último de septiembre de 2024 en la media noche) ha habido una relativa estabilidad económica y la paridad del peso frente al dólar se ha mantenido fija, a pesar de la creciente inflación que ha depreciado el valor adquisitivo del dinero, ya que a la gente, aunque ganan más, el salario cada vez le alcanza para menos en lo que se refiere solamente a surtir sus alimentos de la canasta básica, sin considerar los demás gastos que implica la vida diaria.

Sin embargo, la crisis de fin de sexenio de López Obrador no es tanto económica, sino de carácter político, pues por todos lados es un desparpajo y hasta en su propio partido hay un inocultable pleito a muerte entre los distintos grupos y corrientes políticas, en lo que es y siempre ha sido la eterna disputa por el poder, en el marco de la sucesión presidencial.

Y a este respecto, el propio AMLO es en muchos sentidos el principal culpable, pues como presidente no se supo conducir, ni se comportó a la altura de lo que debe ser un mandatario nacional y menos se condujo como un jefe de estado.

A la fecha no ha sabido ser un verdadero líder para todos los mexicanos, (o no ha podido o no ha querido) más allá de si son o no de su partido y por encima de ideologías o de preferencias políticas, tal y como se debe conducir alguien con visión de estado y con un auténtico y verdadero liderazgo político.

La realidad es que AMLO le quedó muy chiquito al país como presidente y el tiempo para haber logrado ser el mandatario que siempre se imaginó, ya se le pasó.

Se le fue el sexenio en simulaciones y mentiras, en evadir la realidad y en querer imponer una visión de algo que solo ha existido en su mente y el tiempo prácticamente ya se le termina.

Como en un reloj de arena al que solo restan por caer los últimos granos. 

El tiempo que es insondable, inescrutable e inexorable transcurrió muy a prisa.

Demasiado rápido: 

Como si fuera un chispazo, como un leve susurro del viento que no se puede atrapar ni detener…

Así como se escurre el agua entre las manos.

Porque parece que fue ayer el primero de diciembre del 2018, cuando en medio de una gran celebración tomaba la protesta como presidente de la república, con el ruidajo de la algarabía y la fiesta, los gritos, los cánticos y la música, los rituales a la tierra, los compromisos y los discursos.

Esos discursos…

“No les voy a fallar”…

“No mentir, no robar y no traicionar”…

“Vamos a acabar con la corrupción”…

“Vamos a barrer las escaleras de arriba para abajo”…

“Vamos a tener el mejor sistema de salud como el de Dinamarca”…

“Mi fuerte no es la venganza”…

Yo no soy rencoroso”…

“Me canso ganso”…

Pero nada de eso hubo y hoy solo son recuerdos, nada de eso se cumplió; al contrario.

El presidente, obnubilado por el poder, en lugar de gobernar para todos con visión de estado y con verdadero espíritu democrático, se dedicó a saciar sus sentimientos de rencor y de venganza y la emprendió contra todos los que en su mente habían sido los culpables de que no llegara a la presidencia en el 2006, cuando la perdió frente a Felipe Calderón.

Por una diferencia mínima, pero diferencia al fin; por lo que no reconoció nunca los resultados y alegó que se había cometido fraude electoral en su contra.

Y esa cantaleta del fraude que nunca pudo comprobar, la repitió y la repitió hasta el cansancio, convirtiéndola en una especie de mantra, al igual que sus fanáticos seguidores y fieles, como pretendiendo con ello fijarla en la realidad para que se asumiera como tal.

Y ya como presidente la siguió repitiendo a cada rato, convirtiendo así a Felipe Calderón en el enemigo imaginario número uno, al grado que para el colectivo de sus fanáticos en su alrededor, se sembró y germinó perfectamente la idea de que todo lo malo habido y por haber fue por culpa de Calderón, así como lo refiere López Obrador, dejando la impresión de que antes no existió otro ni nadie más que él.

Ni siquiera Peña Nieto, solo Calderón y fue justamente el culpable de todo.

No se necesita ser un experto para darse cuenta que esa conducta es la de una persona sumamente obsesiva y compulsiva, que se encuentra con una profunda fijación mental atrapada en un fuerte trauma, producto de alguna experiencia del pasado que fue muy negativa e impactante y que le dejó una profunda huella sicológica con efectos permanentes, mismos que se manifiestan en serios problemas y complejos de la personalidad. 

Solamente así se explica que un hombre que lo tuvo todo a su favor, empezando por una legitimidad otorgada por la gente como no la había tenido nadie antes y con una mayoría en el congreso y en los gobiernos estatales, desaprovechara esa valiosa oportunidad histórica tirándola a la basura, pues en lugar de buscar ser el presidente que todos esperaban, ese líder con el que los mexicanos siempre soñaron, se convirtió desde el principio en un sembrador de odios y rencores, descalificando, criticando y desacreditando a todos los que no pensaran como él, propiciando todos los días y en todo momento el encono, la división y el enfrentamiento entre los mexicanos, en lugar de buscar la reconciliación, la concordia y la unidad nacional, como lo haría cualquier persona sensata y con mayor razón como debe hacerlo y conducirse un verdadero mandatario.

Hoy al presidente López Obrador ya se le pasó el tiempo, pero parece que todavía no lo sabe o nadie se atreve a decírselo.

No obstante, en los albores de la conclusión de su sexenio, ahora se ve con más claridad como desde sus primeros momentos de presidente, López Obrador inició con su propósito de demoler las instituciones nacionales -principalmente el INE entre otras- y destruir todo aquello que a su juicio estuviera mal o que no correspondiera a sus intereses.

Entre esos intereses estuvo el desprenderse de colaboradores y aliados que ya no le eran convenientes ni funcionales para su propósito, así le hubieran sido significativos en su momento.

Uno a uno fueron bajados del barco de la 4T y solo hubo dos o tres que se bajaron antes y por su propio pie, porque vieron el desastre que venía a causa de las medidas absurdas, caprichosas, ocurrentes y fuera de toda lógica que ordenaba el presidente que se hicieran.

El primero fue Carlos Urzúa, titular de la Secretaría de Hacienda, un experto economista reconocido y acreditado hasta por el gobierno de Estados Unidos, quien a los diez meses le renunció.

Otro que igual sacó línea fue Germán Martínez, que era titular del IMSS y quien prefirió levantar su licencia y regresarse al senado, que continuar en el gabinete.

A ellos dos le siguieron muchos más, aunque a esos sí los sacaron del jardín del edén obradorista y de fea manera.

Josefina González Blanco y Víctor Manuel Toledo, los dos de la SEMARNAT; Graciela Márquez Colín y Tatiana Clouthier, ambas de la secretaría de economía; Javier Jiménez Espriu de la SCT; Arturo Herrera de la SHCP; Julio Scherer que era consejero jurídico del presidente; Esteban Moctezuma Barragán de la SEP; Eréndira Sandoval como secretaria de la Función Pública, de donde fue corrida de una manera ofensiva y ruin al ser televisada en cadena nacional.

Con su renuncia se llevó entre las patas al marido John Ackerman, un apologista y entusiasta defensor e impulsor a muerte del proyecto obradorista. 

Hoy, ellos y muchos otros que son fantasmas de la 4T, en cualquier momento pueden levantarse de la tumba y salir a cobrarle venganza a quien los echó fuera del paraíso en el que vivían antes y por el que tanto y tanto hicieron y lucharon.

Y preparados con palomitas  porque a’i viene ya Carlos Loret de Mola, el amigazo de AMLO y de sus fieles amlovers…

Promete sacar una montaña de videos, documentos, testimonios y cajas con grabaciones muy comprometedoras, que dijo, va a ir liberando de una por una y que prometen ser un bombazo de sabor…

Cacaterismo en puerta aguas…

Pero de eso y también de lo pendiente con los panaderos azules lo platicaremos en la siguiente edición.

𝐂𝐎𝐍𝐓𝐈𝐍𝐔𝐀𝐑𝐀́…………

* El autor es escritor y analista político, su opinión no refleja necesariamente la línea editorial de este medio.