La Pura Polaka | Jaime Esquer D.
“Palo dado, ni Dios lo quita”
Mexicali, B. C. 10 de junio de 2024.- En cuanto se dieron a conocer las primeras tendencias sobre los resultados de la elección presidencial del domingo 2 de junio, surgió de inmediato entre
amplios sectores de la población mexicana una sensación de incredulidad y sorpresa, combinada con una buena dosis de impotencia y coraje ante lo que muchos calificaron como un monumental fraude.
No se podía concebir lo que en una perfecta sincronía empezaban a transmitir los noticieros y comentaristas sobre la victoria de la candidata del oficialismo y de la continuidad sobre la del frente opositor, con lo que llamaban ya “una ventaja abrumadora”.
Se empezó a hablar de una diferencia de más de 30 puntos que representarían al menos 33 millones de votos, con una participación que en esos momentos se proyectaba al 59 por ciento.
Los datos ponían esa noche a Claudia Sheinbaum casi al dos por uno sobre Xóchitl Gálvez, pero nadie salía a confirmar oficialmente nada.
La tardanza de la información oficial aunada a la falta de confirmación de los datos y de todo lo que ya corría por todos los rincones del país en esos momentos, hizo que la sensación de especulación y la incertidumbre prevalecieran peligrosamente entre la población, pues surgieron voces de que se había dado una “caída del sistema de cómputo”, como aquella legendaria de Manuel Bartlett Díaz con el histórico fraude de 1988, cuando a los ojos de todo México la elección para presidente la había ganado arrolladoramente Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el candidato izquierdista del frente nacional opositor y no Carlos Salinas de Gortari, quien era el candidato del oficialismo priísta en el poder en ese tiempo.
La historia registra que poco antes de la medianoche de ese 6 de julio de 1988, justo cuando se contaban los votos, misteriosamente y de manera inexplicable se fue la luz por lo que se tuvo que suspender el conteo, exactamente al momento en el que Cárdenas llevaba una enorme ventaja, regresando varias horas después casi al amanecer, donde gracias a la “magia” de la alquimia electoral ahora quien iba arriba era Carlos Salinas de Gortari, el candidato del PRI, quien finalmente fue declarado como el ganador, aunque durante toda su presidencia nunca se pudo quitar el mote de fraude electoral que lo persiguió durante todo el sexenio.
En buena medida eso lo obligó a que durante su gestión se abriera el sistema político y de partidos, reconociendo por un lado el triunfo por primera vez de un partido opositor en una gubernatura, como fue el caso de Ernesto Ruffo Appel del PAN en Baja California (1989-1995) y por otra parte, creando el Instituto Federal Electoral (IFE) como una institución ciudadanizada e independiente del gobierno para organizar, supervisar y llevar a cabo las elecciones en el país, supliendo con ello al propio gobierno que las venía organizando a través de la Comisión Federal Electoral sectorizada en la Secretaría de Gobernación, la misma que en 1988 era presidida nada menos que por Manuel Bartlett Díaz, siendo presidente de la república Miguel de la Madrid Hurtado.
Habría que destacar que Manuel Bartlett fue el mismo, yque en 1986 operó otro monumental fraude electoral, cuando en las elecciones para gobernador de Chihuahua, casualmente también un 6 de julio, se cometió lo que la población de ese estado calificó como un vil robo en despoblado, cuando desde el poder se le escamoteó la victoria al candidato del PAN Francisco Barrio Terrazas sobre el del PRI Fernando Baeza Meléndez, a quien terminaron imponiendo en la gubernatura prácticamente a la fuerza.
Poco tiempo después, al propio Manuel Bartlett se le atribuyó una expresión al respecto en una reunión sostenida con empresarios de Chihuahua para tratar de calmar los ánimos, cuando se dice que reconoció lo sucedido y lo calificó como un necesario “fraude patriótico”, llevado a cabo para no entregarle el poder a los grupos conservadores y clericales, versión no confirmada ni reconocida, aunque tampoco desmentida.
38 años después, Manuel Bartlett Díaz ahora de 88 años de edad y luego de haber abandonado al PRI de toda su vida para refugiarse en Morena, es actualmente el director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), paradójicamente las mismas siglas de la Comisión Federal Electoral (CFE) que presidió como secretario de gobernación de 1982 a 1988.
Entonces, volviendo a lo sucedido en la elección presidencial del domingo 2 de junio del 2024, -fecha que seguramente será recordada como un “parteaguas” en la historia política moderna- durante la noche y medianoche de ese día y al siguiente sucedieron varias cosas misteriosas e inexplicables para la mayoría de los mortales, incluso para muchos de los propios actores políticos, mujeres y hombres que forman parte de este sistema político mexicano cada vez más en decadencia.
Surgieron infinidad de testimonios y evidencias que circularon en las redes sociales donde se hacían ver las múltiples irregularidades, las inconsistencias y las muchas cosas que no cuadraban respecto a las votaciones, los resultados en las actas, la información recabada y los datos que mostraba el PREP, en algunos casos diametralmente opuestos al de las propias actas, según denunciaron infinidad de internautas en una gran cantidad de distritos y zonas del país, donde lo que más señalaron fue la enorme disparidad en los números de votos adjudicados a la candidata Sheinbaum, donde hubo casos en los que la cantidad fue exagerada y mayor incluso hasta en tres o cuatro veces al total de la población registrada en esos lugares, algo absolutamente imposible.
Otro de los casos fue el de las casillas llamadas “zapato”, fenómeno matemática y políticamente inconcebible, pues del número total de votantes registrados en la lista, resulta que todos fueron para el partido morena y cero para la oposición.
Es decir que en esa zona no había ni un solo ciudadano simpatizante o militante de otro partido que no fuera el de morena.
Como esta hubo muchas y se justificó argumentando que fueron casillas en zonas de control de los grupos delincuenciales que operaron para el partido morena, al igual como sucedió -aunque no se reconoció- en las elecciones intermedias del 2021, siendo las más evidentes las de Sinaloa, Guerrero, Michoacán, Zacatecas, Quintana Roo y Sonora, entre otras.
Los detalles y pormenores de lo sucedido el dos de junio, principalmente después del cierre de las casillas ya en el transcurso de la noche de ese fatídico día -para la oposición y para buena parte de la sociedad mexicana- ha ido saliendo poco a poco y aunque no se ha podido configurar bien a bien qué fue exactamente lo que sucedió atrás de las cámaras, allá donde el ciudadano común no alcanza a ver con claridad, sí se han tejido por lo mismo muchas conjeturas, hipótesis y “teorías de la conspiración”, como le llaman algunos a las situaciones raras e inexplicables que suelen darse en el farragoso terreno de la política.
Una de ellas es la del fraude electoral, operado supuestamente desde la misma entraña del poder y no precisamente el día de la elección, sino desde años atrás, incluso desde el arranque mismo del gobierno de López Obrador, con el despiadado desmantelamiento institucional que inició desde el primer momento, al igual que con la puesta en marcha de los programas asistenciales, la entrega de dinero de manera directa a los ciudadanos y la operación política a plena luz del día de los llamados “siervos de la nación” en favor del morena como partido en el poder, portando incluso los mismos colores y los inconfundibles chalequitos guindas.
Un ejército calculado en más de 20 mil personas con cargo a la nómina gubernamental, cuyos miembros perfectamente organizados en grupos recorrieron y peinaron día a día todos los distritos y zonas poblacionales del país, recabando información y realizando lo que técnicamente se conoce como “cartografía electoral”, aunque nunca se reconoció así como tal, pero en realidad eso fue, pues detectaron con precisión los puntos, colonias, ciudades, zonas poblacionales y comunidades rurales y suburbanas en su densidad poblacional, actividades, ocupaciones, niveles escolares, económicos y sociales, para proceder a escanear toda esa información y ver y analizar el comportamiento electoral de esas personas en elecciones anteriores, comparando y evaluando los resultados para determinar los que eran afines y los que no y trabajar sobre esa base para empezar a dispersar los apoyos económicos y sociales.
Toda una radiografía.
Les llevó más de cinco años y les funcionó.
Lo mismo sucedió con la abierta y burda intervención del presidente en el proceso electoral desde sus conferencias mañaneras, donde una y otra vez estuvo metiéndose, opinando, influyendo y violando flagrantemente la ley sin que nadie lo frenara ni lo penalizara ni le dijera nada.
Y mientras todo eso sucedía, la oposición estaba adormecida y con sus miembros y simpatizantes controlados por los “líderes” del PRI, del PAN y lo que quedaba del PRD, no se diga de Movimiento Ciudadano, una franquicia de Dante Delgado que por debajo del agua apoya a morena aunque en la superficie aparenta combatir para vender caro su apoyo al mejor postor.
Todos, fue poco o prácticamente nada lo que hicieron en realidad para enfrentar y combatir el régimen de barbaridades de López Obrador y sus decisiones y caprichos absurdos, ya que no fueron capaces de presentar en su momento propuestas alternas, sólidas y realistas con verdaderos planes y alternativas viables de solución, en respuesta a las graves problemáticas por las que atravesaba y atraviesa aún la nación entera y solo se preocuparon por ver cuántas plurinominales les iban a tocar y a cuántos amigos e incondicionales podrían colar en las listas, encabezándolas por supuesto ellos mismos.
Tampoco se acercaron a los ciudadanos ni escucharon las voces de las muchas mujeres y hombres que desde sus respectivas trincheras y posiciones en la sociedad mexicana gritaban y luchaban a diario, haciendo señalamientos y propuestas acerca del desgarriate que había y el peor que se veía venir y lo hacían con un gran activismo desde las múltiples plataformas en redes sociales, en agrupaciones y organizaciones de la sociedad civil y organizándose y participando en marchas y manifestaciones para elevar la voz y hacer valer su presencia, ante un régimen de gobierno que no escuchó ni dialogó ni recibió nunca a quienes desde la propia sociedad le mostraron inconformidad y desacuerdo por la forma en la que se estaban llevando las cosas en materia gubernamental.
A quienes ejercieron su “derecho a disentir”, esa expresión de la que tanto gusta utilizar para sí mismo el presidente López Obrador, a ellos precisamente no los recibió ni los escuchó ni atendió nunca.
Tal y como alguna vez lo dijo el presidente Carlos Salinas de Gortari (el mismo del fraude de 1988) cuando al referirse a la oposición de izquierda, aglutinada en ese tiempo en un naciente PRD (Partido de la Revolución Democrática) cuando López Obrador ahí militaba y aún no lo dinamitaba como sucedió después:
“A los de la izquierda, ni los veo ni los oigo”…
Así hoy, pero al revés.
Aunque los del actual gobierno no son necesariamente de izquierda ni los que están fuera son necesariamente de derecha…
Pero volviendo a la elección y a todo el tejemaneje que se dio antes, durante y después, a ocho días de transcurrido el tsunami, las aguas aún no regresan a su nivel normal y los trabajos de recuperación en la zona de desastre y el rescate de cuerpos apenas empieza.
No se sabe aún con precisión el número exacto de víctimas y damnificados en las zonas de mayor impacto, pero como dicen en Guasave, de seguro han de ser “un chingatal”…
Mientras tanto la pregunta sigue y seguirá en el ambiente:
¿Hubo fraude electoral?
Claro que sí lo hubo…
Pero más que de las autoridades y del partido en el poder, el fraude contra Xóchitl Gálvez fue de Alejandro Moreno “alito”, dirigente del PRI y de Marko Cortés dirigente del PAN, quienes la traicionaron, la dejaron sola, fueron un pesado lastre que la candidata no pudo cargar y que en vez de ayudarla a subir la empujó al fondo y se aprovecharon de ella para asegurar sus posiciones y sus pequeñas “parcelitas de poder” en el congreso federal y en los gobiernos estatales y municipales.
Xóchitl Gálvez Ruiz, a la medianoche misma del día de la elección, dio una muestra de su talante, de sus valores y principios como persona y de lo que está hecha, al declarar con enorme valentía aunque con una gran tristeza reflejada en el rostro, que los números no le eran favorables y que reconocía el triunfo de Claudia Sheinbaum, a quien por el bien de México le deseaba lo mejor.
Esa sorpresiva declaración se dice que agarró fuera de base a los dirigentes partidistas, principalmente al del PAN Marko Cortés, quien se dio la encabronada de su vida pues no la esperaban, ya que lo que en realidad pretendían después de la derrota era no reconocerla, para proceder luego a endurecer el discurso y negociar así mayores posiciones.
Pero no contaban con Xóchitl que confirmó que es mujer de palabra y también lo que en varias ocasiones ya había dicho:
“A mi ningún cabrón me manda ni me va a mandar”…
¿Qué sigue ahora?
Considerando la tremenda ola ciudadana y el gran entusiasmo que Xóchitl Gálvez despertó, lo que sigue es que debe aprovechar este importante capital político generado con su presencia y no dejar que se desvanezca ese entusiasmo y la gran esperanza que motivó en millones de personas, más allá de partidos, de diferencias, de posiciones y de ideologías, por lo que debe encabezar un movimiento social y político y crear una especie de plataforma, que bien pudiera constituirse posteriormente en un partido político, formado auténticamente a partir de los propios ciudadanos y de esencia cien por ciento ciudadana, para ser y representar un auténtico y verdadero contrapeso a los excesos del poder y sobre todo, para ser la voz y la representación de los que hasta hoy no la han tenido.
La llamada “marea rosa” bien pudiera ser la respuesta a esos 40 millones de mujeres y hombres que no acudieron a votar porque no quieren saber nada de los actuales partidos ni de los políticos que los representan, pues no se sienten identificados ni atraídos y ninguno les genera ni siquiera la mínima empatía.
El escenario está puesto, el horno está bien caliente y el presidente ya tuvo su primer escarceo con la futura, a quien le mandó decir en un telegrama que no se va a mandar sola y que él siempre no se va a ir pa´ su rancho…
Ese del bonito nombre.
Y que de ser necesario va a hacer valer su “derecho a disentir”…
Ira pues…apenas van ocho días y ya le entró el celo a este hombre…
Mejor se debería de llamar “Narciso” y no Andrés, ya que no puede concebir ni soportar que alguien más tenga los reflectores y que no sea él y solamente él y siempre él.
No pinta bien la cosa y no va a terminar bien esto…
Por lo pronto a preparar más palomitas ya que la película apenas empieza y todo indica que se va a poner peor de buena…
Aseguren buen lugar porque esta historia ~ 𝗖ontinuará…….
• El autor es escritor y analista político; las opiniones de los columnistas de este portal, son su responsabilidad.
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