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Pánico en el Olimpo

La Pura Polaka | Jaime Esquer D.

“Se puede engañar a todos algunas veces, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.

Mexicali, B. C. 1 de abril de 2024.- A dos meses de la elección presidencial, al presidente López Obrador le están reventando todos los problemas que de entrada siempre negó y nunca reconoció; aquellos que una vez que inevitablemente afloraban a la luz pública, ilusamente creyó e hizo creer que con su solo verbo

y su sola presencia se iban a solucionar.

Como si fuera posible solucionar problemas graves tan solo por decreto presidencial, con discursos o por arte de magia.

Y así fue en todos los casos.

Había algún problema grave o algún escándalo de corrupción de trascendencia nacional en algún estado y para allá viajaba el presidente.

Le montaban un acto con la misma escenografía de las conferencias mañaneras y con la presencia del gobernador o gobernadora, según fuera el caso, los abrazaba, los apapachaba y ante las cámaras en cadena nacional se deshacía en elogios diciendo que eran honestos, que eran muy buenos, que eran los mejores, que estaban trabajando muy bien por su pueblo y que no pasaba nada, pues contaban con su apoyo y seguirían contando con él y luego se aventaba un rollo de hora y media, en el que hablaba de todo, desde la época de la conquista española pasando por Juárez, Porfirio Díaz,  Madero, Zapata, Villa y Lázaro Cárdenas, hasta llegar al presente actual, sin dejar de hablar de la mafia del poder, de sus adversarios políticos y de los conservadores y neoliberales que le quieren echar a perder su gobierno.

El evento se transmitía como conferencia mañanera, pues la escenografía, el montaje y la actuación de los actores asistentes eran siempre lo mismo.

Con ello el asunto o problema en mención se daba por atendido, por solucionado y por concluido y listo.

Lo que sigue.

Y así.

La simulación, la mentira y el engaño elevado a su más alta definición. 

No obstante, la realidad es terca y más tarde o más temprano termina por imponerse y generalmente cuando así sucede, lo hace de una manera dramática y en ocasiones hasta de consecuencias trágicas.

Los casos de Acapulco cuando el huracán, la crisis de violencia y ausencia absoluta de gobierno ahí mismo en Guerrero, los recientes linchamientos de personas en esa misma entidad, las multitudinarias marchas y protestas en Campeche exigiendo la renuncia de la gobernadora Layda Sansores, la crisis de inseguridad y violencia con asesinatos, asaltos, feminicidios, levantones, masacres y desaparecidos que se vive también en Zacatecas, Michoacán, Sinaloa, Veracruz, Sonora, Chiapas, Guanajuato, Jalisco y Baja California y en mayor o menor grado en otras entidades de la república, representan el tamaño y el retrato del problema que se vive en la mayoría del país, pero que es negado y no reconocido por las autoridades. 

Sin embargo, las crisis y problemáticas no solamente son exclusivas del sector seguridad, sino que están prácticamente en todos los rubros de la vida nacional, pues como ejemplo de ello es lo que se vive actualmente en el campo mexicano, donde los productores no solamente no han tenido el respaldo del gobierno federal, sino que han visto  recortados y en algunos casos hasta desaparecidos los programas y los presupuestos de apoyo que ya existían y que venían desde gobiernos anteriores, beneficiando a este importantísimo sector primario que representa una de las bases fundamentales de la economía nacional y de la supervivencia alimentaria en el país, a lo que habría que sumarle el estado de indefensión en el que se encuentran los productores agropecuarios ante las extorsiones y cobros de piso por parte de la delincuencia, frente a la indolencia e indiferencia -y hasta complacencia- de las propias autoridades, que son las que deberían protegerlos  atendiendo y combatiendo este grave problema, pero nada hacen.

Y el mismo o peor drama sucede en el sector de la salud, donde la falta de responsabilidad gubernamental y la ausencia casi absoluta de visión, planeación y profesionalismo hacia este estratégico y fundamental rubro de la vida nacional, dio como resultado una verdadera tragedia, pues tan solo en los meses de la pandemia -lapso en el que se evidenció la crudeza  de la lamentable situación y dimensión en la que se encuentra el sistema nacional de salud- las muertes registradas y aceptadas oficialmente fueron de más de 800 mil personas,  precisamente por la falta de atención oportuna y de medicamentos que no les fueron suministrados, simplemente porque no había.

Así fue reconocido en su momento por las propias autoridades locales.

Y la mentira del sistema de salud que iba a ser como en Dinamarca, repetida hasta el cansancio, lo mismo que la creación de un almacén vacío al que el presidente llamó “farmaciota” con todos los medicamentos del mundo, fueron tan solo eso.

Una más de las muchas mentiras, engaños y simulaciones que han caracterizado al gobierno del presidente López Obrador y al propio mandatario.

Pero la situación es igual de grave en el sector de la educación, donde han hecho un verdadero desastre, al desmantelar de golpe y sin el mínimo rigor científico y profesional el modelo educativo, a fin de imponer un nuevo modelo puramente ideologizante, que de entrada desdeña las matemáticas y los procesos de razonamiento y conocimiento, alterando al mismo tiempo los valores, la cultura y el sentido de pertenencia y de identidad y unidad nacional, así como la propia historia nacional en la enseñanza y el aprendizaje de niños y adolescentes de educación básica, sin descontar el impulso para imponer subliminalmente lo que llaman la “nueva cultura progresista”, las ideologías de género y a personajes extranjeros, al igual que  la apología y defensa que hacen en los nuevos libros de texto del  gobierno, elevando casi a nivel de héroe al actual presidente de la república.

Y lo mismo sucedió en los demás sectores como la atención al medio ambiente y especialmente en el subsector de los recursos forestales, donde desde el inicio mismo del presente gobierno casi borran del mapa a la CONAFOR (Comisión Nacional Forestal) que era entre otras cosas la dependencia encargada de prevenir, atender, combatir y controlar los incendios forestales en el país, pero fue desmantelada en su estructura y programas y casi la desaparecen, pues despidieron a la mayoría de los trabajadores (entre ellos los guardabosques) cancelando y reorientando su presupuesto en casi un noventa por ciento.

Los efectos de semejante burrada, como una de las muchísimas ocurrencias y caprichos que se verían a lo largo del gobierno, no tardaron en verse con incendios forestales en casi todas las zonas boscosas y en las serranías del territorio nacional.

Hasta el momento existen reconocidos oficialmente 116 casos de incendios forestales permanentes en diversos puntos boscosos del país, que al momento no han podido ser controlados y que están devastando cientos de miles de hectáreas, afectando seriamente y de manera irreversible el medio ambiente, la flora y fauna, la biodiversidad, el entorno ecológico y los recursos naturales de esas amplias regiones.

La cruel devastación del medio ambiente en la zona del sureste de la república con el Tren Maya -el capricho  más caro del presidente junto al aeropuerto AIFA y la refinería Dos Bocas en Tabasco- es un escándalo fuera del país por las afectaciones hechas al medio ambiente que ha implicado su construcción, mientras que en México la mayoría de los medios callan, ocultan o minimizan este grave suceso, el cual se habrá de dimensionar y cuantificar respecto a los daños y repercusiones una vez que concluya la presente administración, no ahora por lo pronto.

Todo este escenario se le juntó y se le viene encima al presidente como si fuera una película de terror, en la que los zombis de pronto cobran vida para vengarse de sus ejecutores y todas estas problemáticas han creado una sensación de pánico en el olimpo morenista, pues afectan seriamente y se llevan de corbata al propio presidente, a su gobierno, a su partido y a toda la secta que creó en torno a su propia figura, donde él y nadie más representa la pieza única e intransferible que como llave mágica maestra todo lo abre, todo lo decide y todo lo mueve y ordena.

La bronca es que justamente ese estilo autoritario y totalmente vertical de ejercer el poder y llevar el liderazgo presidencial, lo hace en consecuencia ser el principal responsable  sobre el que recae -como ya se está viendo- el caudal de críticas y desprestigios que no solamente lo afectan de manera directa, sino que también le pegan durísimo a su candidata presidencial, que nada absolutamente nada puede hacer al respecto, pues está sujeta a un estrechísimo y super controlado y evaluado guion desde la misma presidencia, del cual es prácticamente imposible salirse, so pena de ser relevada y enviada de inmediato a las regaderas.

Por todo ello, las consecuencias de ese estilo autoritario y vertical de ejercer el poder del presidente López Obrador, de ese desorden que contraviene los principios más elementales de una buena administración y de lo que en los hechos debe ser un verdadero y auténtico liderazgo presidencial, aunado a los innumerables disparates, ocurrencias y caprichos de lo que desde el principio fue y sigue siendo su gobierno, más el empeño presidencial por fomentar odios, enfrentamientos y divisiones entre los mexicanos en lugar de buscar la unidad nacional, contribuyó a que los problemas que siempre fueron negados y nunca atendidos, terminaran por reventarle y aflorar en toda su dimensión en forma de crisis, como se puede apreciar actualmente en casi toda la república.

Así es en el caso principalmente de la violencia y la inseguridad bajo todas sus formas y manifestaciones, problemática gravísima que el presidente sigue negando y continúa aferrado insistiendo en que no pasa nada, que todo está bien, que “el pueblo” está bien y que todos viven felices y que solamente se trata de los adversarios políticos que magnifican las cosas para desprestigiarlo a través de los medios de comunicación de la llamada “mafia del poder”, según él.

El mismo discurso que ha repetido y repetido a lo largo de ya casi seis años para justificar los errores y la falta de resultados y beneficios tangibles y medibles en la calidad de vida de los mexicanos.

Porque por donde se le quiera ver y en base a las propias estadísticas oficiales y a la frialdad de los números, hoy las familias mexicanas no están mejor que como estaban en el 2018, pues los indicadores de pobreza extrema y la pobreza alimentaria han aumentado dramáticamente en el país, la canasta básica de alimentos es ya inalcanzable para muchos, ya que la creciente e imparable inflación ha pulverizado el poder adquisitivo del salario y actualmente las condiciones en cuanto a inseguridad y a calidad de vida están peor que como estaban hace seis años y antes.

Mientras tanto, como dice el refrán “no hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla” y el primer debate presidencial será en una semana, el domingo siete de abril y hasta el momento no está del todo confirmada  la asistencia de la morenista Claudia Sheinbaum, pues existe el fundado temor de que la van a apalear, ante el escenario de terror que se vive en casi todo el país y la enorme cantidad de problemas sin resolver que nunca fueron atendidos y de los cuales no hay ni habrá manera de disimular ni evadir en un foro de esa naturaleza, ya que en ese primer encuentro entre candidatos no será posible llevar acarreados, ni matraqueros a sueldo, tampoco armar  escenarios con apoyos  simulados y no se podrán  plantear temas fáciles, ni preguntas suavecitas o prefabricadas y a modo.

Ahí, al momento del debate se verá realmente quién es quién en su justa dimensión y los ciudadanos, hombres y mujeres del país,  podrán evaluar las tablas, los conocimientos, propuestas, características y los rasgos de la personalidad de cada uno de los que pretenden encabezar la presidencia de México.

Y así será bajo esas reglas y con ese formato de debate que es resultado de innumerables luchas y conquistas ciudadanas desde muchos años atrás y que es hoy una realidad plasmada, resguardada y debidamente regulada en una ley electoral donde se establece claramente lo que es permitido y lo que no.

Esa misma ley a la que ni el presidente ni uno solo de sus colaboradores quiere ni ha querido respetar, acatar ni reconocer.

El panorama no pinta nada bien.

Por ello no sería sorpresa que la señora Sheinbaum no pase ni a tres cuadras de distancia del edificio sede del primer debate presidencial.

Sus estrategas de campaña y el propio coordinador -es decir el presidente AMLO- de seguro han de haber valorado que las consecuencias y daños por no asistir al debate son menores que el hecho de sí estar presente, pues temen una tremenda vapuleada en la que las imágenes y ediciones del encontronazo seguramente serían utilizadas como arma en forma de spots en lo que resta de la campaña.

Es decir, que pierden menos no asistiendo que yendo.

Y como no es obligatorio asistir ni tampoco es penada la inasistencia para los candidatos pues…

Así le hizo el propio López Obrador como candidato presidencial en el 2006, cuando invadido de soberbia y de arrogancia, ya que estaba plenamente convencido y seguro de que iba a ganar, desdeñó la invitación a acudir al debate contra el panista Felipe Calderón Hinojosa y el priísta Roberto Madrazo Pintado.

Y perdió…

Y desde entonces también la razón, la sensatez y la cordura…

Ya veremos en ocho días más.

Por lo pronto a esperar y a preparar palomitas con tiempo porque esta historia se pondrá todavía peor de caliente y…….. 𝗖ontinuará……. 

• El autor es escritor y analista político; las opiniones de los colaboradores de este portal son su responsabilidad.