La Pura Polaka | Jaime Esquer D.
“𝘠 𝘮𝘦 𝘪𝘳é 𝘤𝘰𝘯 𝘦𝘭 𝘴𝘰𝘭, 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘦”
Mexicali, B. C. 8 de febrero de 2024.- Como en un concierto en el que se deja la mejor canción del repertorio para el final, igual aplica en la política cuando un gobierno está por concluir su periodo, dejando la mejor parte de su obra para el cierre y al mismo tiempo disfrutar con ello sus logros al recibir el reconocimiento ciudadano por el deber cumplido.
Así debería ser.
Lo mismo que un cantante y los músicos de la banda cuando al final reciben en retribución a su entrega, el aplauso espontáneo y emotivo del público, las ovaciones interminables y el reconocimiento pleno de todos los asistentes por haber disfrutado de una gran actuación y de una velada única e inolvidable.
Algo así parecido debería ser en la política y en el ejercicio de un buen gobierno, pero generalmente resulta todo lo contrario.
Así le está pasando al presidente López Obrador en la ruta final de su gobierno, donde pareciera que todo lo malo se le juntó, pues le truena una bomba política aquí y luego otra allá y no terminan de apaciguarse las olas expansivas provocadas, cuando le revienta otra de igual o de peores dimensiones, pero el mandatario no tiene esquemas de contención ni de control de daños ni nada, ya que todo es él.
Así se vio con lo de Estados Unidos y la DEA, situación que lo trae mal humorado y con expresión de sumo coraje, pues ha sido torpedeado por todos lados con eso de “AMLO narco presidente”, que sigue siendo tendencia por más de una semana en las redes y que afectó feo también a doña Claudia.
Pero igual -o peor- sucedió con la desnudada que le dieron a sus hijos respecto al tema de la corrupción, las tranzas, los negocios y el tráfico de influencias en los que presuntamente están metidos los juniors, obús con triple carga de dinamita que le pegó en el mero centro de flotación al barco de la “cuatro té”, al grado de casi partirlo y hacer que le entrara el agua con amenaza de hundimiento.
Pero ante ese degenere que se está presentando, la estrategia como en todo es el propio presidente López Obrador; la narrativa es él, quien sale y marca la línea es él, el control y reparación de daños es él, quien le sale y enfrenta al toro es él y quien establece las pautas y el qué hacer es él (aunque nunca diga cómo hacer ni dónde hacer ni cuándo hacer ni con qué).
Todo se reduce al puro verbo, pura labia, puro discurso, pura saliva, puro rollo dormilón, pura simulación y engaño, donde todo, pero absolutamente todo es él y solamente él y nadie más.
Él es el dueño del circo y el actor y estrella principal en todo…
Nadie del gabinete da conferencias de prensa, nadie da entrevistas, ningún funcionario sale a cuadro hablando algo del gobierno, son muy contadas las excepciones y solamente suceden cuando se trata de algo muy técnico en lo que el presidente no tenga manera de salir a echar sus salivazos y rollos soporíficos, hablando de Porfirio Díaz, de Madero, de Zapata, Villa y Carranza y de la Revolución, de la independencia y hasta de Hernán Cortez y los bisontes que corrían por Nueva York, para terminar con Felipe Calderón y por supuesto con Loret de Mola y la pregunta de cuánto gana, para rematar al final con los conservadores, aunque para la mayoría de la gente ese término lo entiendan como eso que le ponen a los alimentos para que no se pierdan…
La realidad es que en esta surrealista película obradorista no hay secretarios del gabinete, nadie se mueve por sí solo ni por la libre, ni declaran algo mínimo siquiera y está el caso que, a estas alturas de ya casi terminar la administración, a algunos del actual equipo de gobierno no se les conoce, nadie los ve ni los ha visto, no se sabe quiénes son ni que hacen ni que es lo que han hecho.
Y el que debiera ser el principal cargo en el gabinete después del presidente, o sea el secretario de Gobernación, a la fecha ya han desfilado por ahí tres titulares y pareciera que en esa importante secretaría no ha habido nadie y tal parece que no lo habrá en lo poco que resta.
Porque lo más cercano o lo más parecido que ha habido a un Secretario de Gobernación (y que conste; lo más cercano a como debe serlo en la realidad y en los hechos de la política) fue Adán Augusto López Hernández, bautizado en las redes sociales como “el abuelo Monster” y recordado también como “muy querendón”, enamorado y volado, que fue el que más o menos le medio cubrió la espalda al presidente y llegó incluso a negociar y a operar decisiones políticas, principalmente en el congreso (que le salieron mal, pero al menos lo intentó) donde varias veces hasta se le vio personalmente involucrado, operando con la propia bancada morenista de diputados y con legisladores de otras corrientes políticas.
Y conste que AMLO dentro de su estilo autoritario, tremendamente egocéntrico y narcisista como es, le medio soltó la rienda a Adán Augusto para que se moviera y hasta le dio jugada en su momento, haciéndole creer que podría ser el elegido, aunque finalmente también lo engañó como a los demás, pese a que lo publicitaba y se desgañitaba llamándolo en público “mi hermano Adán Augusto”.
(No por nada el tal “Netza”, el bribón ese que actualmente tiene inundada la ciudad de Mexicali con carteleras de publicidad y hasta la misma “precisa” en BC se fueron con la finta, pero esa es otra historia que luego veremos)
El buenazo de Adán fue el segundo titular de la antes famosa y hasta temida SEGOB, pues previamente estuvo quien fuera magistrada de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Olga Sánchez Cordero, que pasó por el cargo sin pena ni gloria.
Aunque la verdad es que no la dejaban hacer nada.
Actualmente está la joven Luisa María Alcalde, (36 años) quien de ser la titular de la Secretaría del Trabajo pasó a la de Gobernación cuando Adán Augusto, engañado y envuelto en un sueño húmedo de que podía ser presidente, renunció al cargo para buscar ser candidato en esa farsa que fue la dizque consulta morenista para elegir al bueno; elección que finalmente en este caso recayó en la que el dedo presidencial siempre y desde un principio apuntó.
Esta relatoría viene al caso por el desmoronamiento que como castillo de naipes está teniendo el proyecto político y de gobierno del presidente López Obrador, en la ruta en la que actualmente se encuentra que es ya la del ocaso de su administración.
Nada le ha salido bien ya que por donde se le vea, hoy el país es un completo y bien organizado desastre y la retórica de su discurso de plano ya no le funciona.
De la gente que antes le creía hoy muchos ya no le creen y aunque la televisión alineada al chayote guinda no transmite las innumerables muestras de inconformidad y rechazo ciudadano, ya son frecuentes en varias entidades del país a donde se va de gira con su carpa móvil para montar las mañaneras, lugares donde lo han abucheado feo y le han gritado de todo, incluyendo profusos y bien pronunciados recordatorios maternales, en protesta por la gravedad de lo que están viviendo ante la indiferencia y la nula presencia y respuesta de las autoridades, especialmente en lo que se refiere a los problemas de violencia e inseguridad creciente que viven, donde los delincuentes y los grupos criminales hacen lo que quieren, pues son prácticamente quienes verdaderamente mandan.
Hoy al presidente López Obrador los problemas le brotan y le explotan por todos lados, en su mayoría derivados del principal que es el de la inseguridad y la violencia que tanto negó, ocultó y disimuló en la realidad alterna de sus “otros datos”.
Una realidad a todas luces inexistente que solamente tenía vida y cabida en su propia cabeza.
Mientras el país todos los días se desangraba.
Tal pareciera que al presidente le sucedió una especie de síndrome de pérdida de la línea del tiempo y de la realidad, pues de por sí su visión de gobierno es de los años 1950 y 1960, con las cachimbas de petróleo, las veladoras, las carretas de burros o de caballos y el México rural con huaraches, café de talega y arroz con frijoles de comida, pero aunado a ello, como que perdió la noción de la realidad de su propio tiempo, en el sentido de que como presidente de la república solamente iba a estar en el cargo por seis años; del primero de diciembre del 2018 al último de septiembre del 2024.
Y solamente ya le quedan siete meses y días, pero parece que eso no lo entiende, no lo comprende ni lo procesa, o de plano no lo quiere ver y lo que se aprecia en este escenario es a un presidente chiquito.
A un presidente a quien de plano el país le quedó demasiado grande.
Y su gobierno ya terminó.
Su tiempo se acabó.
Su momento políticamente ya concluyó.
Y tan no lo entiende que justamente en la fecha más simbólica del ritual de la política en México, como lo es la celebración de la Constitución mexicana, en lugar de acudir a esa liturgia protocolaria y eminentemente republicana, pues siempre habían estado presentes los tres poderes de la república en el mismo evento, decidió no acudir y mostrar con ello el profundo desprecio que siente hacia uno de esos tres poderes, en este caso la Suprema Corte de Justicia de la Nación, anunciando paralelamente una serie de propuestas que constituirán según su juicio, iniciativas de reformas constitucionales para ser votadas en el congreso federal, mismas que de entrada los juristas y especialistas en el tema han calificado de verdaderos disparates, por decirlo suave, pues aunque trae algunas cosas buenas, lo que en realidad pretende es cambiar la Constitución, desaparecer a la Suprema Corte, al INE y a los organismos autónomos, que son sus únicos contrapesos.
Además de que, por ser reformas constitucionales, en el congreso requieren de la votación de las dos terceras partes de sus integrantes; es decir de una mayoría calificada, donde morena como el partido oficial en el poder no la tiene, ni siquiera con la suma de los diputados de los partidos que son sus aliados.
Por lo que la única posibilidad de que se logre la aprobación de esas reformas legislativas, que más bien parecen de campaña y a destiempo para un presidente que ya va de salida, es mediante los votos de la oposición sumados a morena, pero se tendría que negociar y tejer muy fino con ellos.
Sin embargo; para su desgracia no hay quien lo haga.
Porque no hay titular en la dependencia encargada de ello, pues al igual que en todas, en esa secretaría que es la de Gobernación, ahí también López Obrador es el héroe y protagonista principal y único de la película.
Por ello, por ser nada más él y solo él para todo, es que es solamente a él en su persona es a quien le están tocando duro y directo los chingadazos, como dicen en el barrio.
Aunque en efecto rebote le pegan a su candidata Claudia Sheinbaum, a quien la tienen escondida pues nada se sabe de ella, mientras que la agenda política en esta fase de inter campaña la ha marcado la “Chóchil” Gálvez, quien hizo chuza en Estados Unidos donde estuvo de gira por una semana y se llevó los reflectores de la clase política gringa, por lo que le dieron un trato casi de jefe de estado.
Jefa en este caso y obvio; fueron de antología las repercusiones en México.
Y pues ya sabrán el ardor; la chairiza, pejezombis, amlovers, bots, club de pejefans, unidos por la cuatroté y puntos intermedios no se la acabaron y la Vitacilina se agotó en las farmacias.
Y a propósito; llama la atención el extraño silencio y la rara ausencia de los reflectores de doña Claudia, lo que ya está provocando angustias, retorcijones y run runes de que a lo mejor y la enferman…
Aguas…
“Magínate”, como dice todavía el peje…este…el señor presidente.
Y a’i viene ya la gran marcha nacional por la democracia el domingo 18 de febrero…gonna fly hairs dijo el gringo-mexicano.
Pero eso mejor lo vemos en la próxima edición. 𝗖ontinuará…….
• El autor es escritor y analista político; las opiniones de los colaboradores de este portal son su responsabilidad.
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